martes, septiembre 19, 2006

Bajón

... el programa de la tele de hoy... Blog... el que conduce el que era notero de CQC.
Mostraban a los pibes hechos mierda por el paco, las pibas de doce años en la calle, prostituyéndose y todos arruinados por la pasta base.

¿Será cierto que a las clases dominantes les importa y mucho que existan estas cosas, estas formas de vida que con la excusa del discurso darwinista (la eterna excusa nazi) les permiten su propia existencia?
¿No tienen hijos, no tienen alguien o algo en algún lugar de sus universos paralelos que los hermane en algo a esta gente?
Y me pregunto esto, lo que es peor, con la estúpida esperanza de que realmente tengan ese mágico nexo.

Me acuerdo cuando fue lo de la piba de Tucumán, la que le preguntaban qué quería ser cuando fuera grande, y lo que quería la nena era... comer hoy.
Y allá fue la gran Chiche y su troupe, con médicos y todo el asistencialismo político para Tucumán, con bombo, bandera y vincha, con "su" gente, mientras hacía meses por ejemplo, que no garpaban los sueldos a los médicos tucumanos...
Allá fueron, sonrieron para la foto y no se terminó de apagar el flash que ya se volvían con sus miserias satisfechas.
Qué asco.

Hoy mostraban a estos chicos en Pompeya, que además no queda a 5.000 km de la civilización.... está en la Capital Federal, y era un desfile de dolor y una latencia de muerte a cada paso.
La dictadura nos hizo mierda una generación. ¿Y esta democracia? ¿No nos está costando demasiado?
¿Porqué hay que darle de comer a los "patriotas" de siempre que miran más a Washington o a Londres (o antes a Moscú) que a sus propios hermanos?
¿Porqué hay que estar sembrando dudas imbéciles en los boludos de siempre, los que a la palabra "inseguridad", responden con pedidos de penas carcelarias más severas, importándoles nada el porqué y el cómo buscar una solución de fondo, y castigando, siempre, a los que menos tienen que son además la base de sus propios proyectos políticos?
Qué asco, qué bronca.
Y qué bajón.

DF

No es tan facil
verte llegar
ocupadas las manos,
y entrando
con esa ofrenda
procreando aniversarios,
a esta supuesta fiesta
colonizada de enamorados.

No es facil,
tan facil,
volver a verte,
con la espalda engrandecida
de distantes laureles,
con esa ilusión perpetua
que invade y acomete
tan silenciosamente
y con todas las sinceridades
que tus manos revuelven.

No es facil,
No es tan facil,
adivinar
la quimera del enamoramiento,
la del gusto y el sahumerio
ambos excelsos,
en este desierto
ferozmente seco
de toda sequedad
por la humedad de tus trofeos.

Ahora,
en cambio,
se hace más facil
verte llegar con todo eso,
eso que sos,
y tanto quiero:
ese mirar en tu silencio,
vacías las manos,
y el mundo en un lamento
por obtusos regalos
de cargadas flores de aburrimiento.

... es tan fácil
ver tu regreso
después de saber
que en el azar de todos tus juegos
has desangrado la baraja
de la mentira y el invento,
y que en cada palabra
y en cada hecho
los arrabales,
el campo y el desierto
se iluminan todos desde tu feudo.

Es facil
sí,
es muy facil,
y por eso te espero.

viernes, septiembre 15, 2006

La señorita Catalina

Catalina Laura Gómez, mi maestra. Y esas dos palabras reflejan para mí, casi lo que refleja la frase “mi mamá”.
Fue docente en mi cuarto, sexto y séptimo grado de mi escuela primaria. En esos dos últimos años, compartía la enseñanza del grado con otra docente, como una forma de prepararnos para lo que sería el colegio secundario.

La señorita Catalina era dueña de una paciencia casi insalubre y podía explicar infinidad de veces, todas ellas de manera distinta, cualquier tema que no hubiéramos entendido o que el propio desinterés de la edad disfrazaba de incomprensión.
Era alta, delgada y siempre estaba elegante, vestida de una manera clásica y rotunda. Su letra era simplemente perfecta, no le conocí ni una sola falta de ortografía, casi una rareza en estos días de principios de nuevo milenio.

Tenía un Fiat 600 celeste, un fitito tan impecable como ella. Todos los días lo estacionaba frente a la escuela y era un espectáculo que muchas veces observé en el anonimato de la distancia, verla maniobrar para salir de entre dos automóviles que habían apretado su espacio de estacionamiento. Su altura, sus brazos flaquitos y su peinado, todos desproporcionados en ese autito, haciendo fuerza al volante, moviéndose y mirando por el espejito retrovisor.

Tenía la hermosa facultad de allanar las explicaciones, de acercar y llevar la enseñanza hasta la realidad de los chicos. Tanto fue así que aún hoy, a casi treinta años de mis primeras clases con ella, muchas veces utilizo sus mismas frases, sus mismas ideas para explicar algunas cosas.

Pocas veces la ví enojada, sólo una o dos veces que me bastaron para reconocerla como humana.

La señorita Catalina me enseñó mucho más que a dividir o la regla de tres simple. Ella me enseñó el valor de la solidaridad, el valor del trabajo, el de la voluntad, la constancia y el sacrificio, para luego enseñarme también, a disfrutar de los logros que juntos conseguíamos. Y es que tenia un talento casi artístico que la hacía formar parte a ella misma de nuestro aprendizaje. Siempre sentí que nos acompañaba en el mismo proceso, y a cada año que aprendíamos cosas nuevas, para mí ella también las aprendía con nosotros.

Nunca volví a verla.

Ya han pasado muchos años, casi demasiados, y nunca le dije todo lo que ella ha significado y lo que aún hoy significa para mí: su ejemplo, su bondad, su paciencia, su ternura y su firmeza para poder conducirnos sin gritos, sin amenazas, pero con una calidez digna de una madre.

Nunca volví a verla y sin embargo siempre, en cada docente, en cada maestro y en cada maestra de mis hijos, la busco, tengo la esperanza de volver a ver enseñando a la señorita Catalina, mi maestra, mi señorita.