Ayer acosté a Malena.
Malena es mi hija menor, tiene cuatro años. El mayor de mis hijos es Tomás y está pronto a cumplir diez años.
Pero ayer acosté a Malena, ella me pidió que la acompañara mientras se dormía... es en esos momentos en donde puedo robarle algunos besos y abrazos que su feminidad en formación, pero tan formidable le impiden regalarme sin antes demostrarme quién es la que manda. Y allí fuimos, a dormirla.
Es terrible, me puede y lo sabe.
Tiene cuatro años y hay veces en que parece que tuviera cuarenta...
Bueno sí, es mi hija... ¿quién hablaría mejor de mi hija que yo, verdad?
No importa, pese a ello, bastará con la siguiente muestra:
Semana de fiebre. Semana de no ir al jardín. Gran-problema-Gran. Malena tiene más ganas de ir al jardín de infantes que de volver a su casa!
Semana de fiebre, decía. Semana de remedios: otro big problem. Very big problem.
El punto es que yo vuelvo del trabajo, y la veo en mi cama, abrigadita, mirando la tele, quietecita, calladita. Pese a los dos últimos diminutivos que utilicé, por favor no menospreciar el sentido original que tienen estos adjetivos: quieta y callada, estados en los que Malena rara vez incurre, habida cuenta de su natural carácter dinámico y de su no menos natural género y locuacidad.
Decía, semana de fiebre. Llego del trabajo, me recuesto a su lado, y le doy unos besos suaves en el cuello afiebrado.
La fiebre suele poner a mis hijos de una manera especial, más allá de la temperatura corporal. No sé qué ocurre con otros niños, pero a los míos los pone lenguaraces, les afloja las inhibiciones.... Bueno, en el caso de Malena, no haría falta, pero igual lo hace...
Estaba entonces yo saludando a mi hijita afiebrada, todavía con el saco, el pantalón del laburo y diciéndole al oído... "Hola mamuchi... ¿cómo está mi Princesita?", a lo que Malena respondió canchera, y como quien saluda a alguien conocido, pero a la distancia... "Gordoooo..." ¡¿Cómo me va a decir así...?!
Ayer acosté a Malena.
La acosté y al rato me dijo: "No me quiero morir. Porque cuando me muera... ¿voy a ir a una estrellita?"
El año pasado fue bastante duro para todos: mi vieja ya no está en este mundo (espero que esté en otro mejor...) y para Malena, para mí y para todos, fue un contacto "cercano" y casi inicial con la muerte... y ¿cómo explicarla, cómo contarle de la muerte a una persona de cuatro o de diez años? Tal vez Tomás, lo entienda un poco mejor, (habrá que ver qué es ese "mejor"...), pero cómo explicarle a Malena... ¿cómo decirle que alguien que ayer estaba, ya no está ni va a estar jamás? Tratamos con Judith, mi mujer, mi amiga, mi amante, mi apoyo, mi todo, decirle que ahora estaba en una estrella... y que allí estaba mejor, brillando, sin tanta enfermedad...
"¿Y después voy a volver? Después de la estrellita, ¿voy a volver? Porque yo no me quiero morir... voy a extrañar a mi triciclo, y a mi jardín... No me quiero morir, papi."
Le pude decir que su vida iba a ser muy feliz, que iba a estar muy contenta, que se iba a reir muchísimo y que iba a tener muchos amigos, y que qué era eso de la muerte... vamos...
Por suerte, enseguida, nos quedamos dormidos.